Hablando de negocios, para transformar el deseo en su equivalente monetario es necesario fuerza de voluntad y perseverancia. Con estos dos elementos, tienes gran parte del éxito asegurado.

Desde hace más de cien años, el mundo celebra a aquellas pocas personas que, cada año, son reconocidas con el premio Nobel, como una afirmación a los aportes a la humanidad que hayan llevado a cabo a través de sus investigaciones, descubrimientos o acciones.

Otro tanto ocurre cada cuatro años cuando el mundo acompaña a cientos de atletas de todo el orbe durante su desempeño en los Juegos Olímpicos, vistiendo de gloria a sus ganadores.

Aunque los ojos de millones de personas están puestos en el evento, cada premio recibido es el homenaje a años e, incluso, décadas de dedicación a la disciplina de estos triunfadores. Por lo general los galardonados, no son científicos, catedráticos o atletas superdotados, se trata de personas que han perseguido su sueño y obstinadamente han perseverado hasta alcanzarlo.

Estás perseverando porque estás convencido de que te mereces el éxito, y lo vas a alcanzar, de lo contrario, no valdría la pena los meses de esfuerzo, por lo tanto, debes tener una mente abierta y positiva, con una visión hacia la riqueza.

Luego de ofrecer alguna charla o taller, suelen acercárseme  algunos asistentes a solicitarme algún consejo específico o contarme las dificultades por las que están atravesando. En esa corta charla puedo diferenciar quien se sobrepondrá de aquellos que seguramente desistirán en el camino. Tal como sucede con un estornudo, las personas perseverantes y positivas no pueden ocultar su pasión por lo que hacen y su capacidad de vencer los obstáculos que pueden estar atravesando.

También puedo ver a mucha gente que comienza sus negocios propios para “no seguir siendo pobres”, enfocando sus esfuerzos en sus carencias, en lugar de visualizar como su meta “gozar de la libertad financiera y del tiempo para disfrutar la vida que me merezco”. ¿Crees que lo que mueve al deportista olímpico es “no quedar en el último lugar” o “ganar la medalla dorada?”.

El hombre perseverante no espera “el mejor momento” para perseguir su objetivo, sino que construye su momento y mantiene, con disciplina, su foco evaluando su entorno pero sin darse por vencido.