Cuando el científico de la Universidad de Stanford, Walter Mishel, en 1972 quiso conocer si un grupo de niños de cuatro años de edad,  podían resistir la tentación de comerse un malvavisco en el momento y esperar 15 minutos para recibir dos mas en lugar de otro inmediatamente, descubrió, en base a sus resultados, que algunos individuos  podían postergar la gratificación instantánea para disfrutar de un éxito mayor a posteriori.

 

El experimento del malvavisco se ha repetido a lo largo de los años y con mayor alcance, investigando cómo ha sido el desempeño de esas personas en su vida  adulta. Se ha demostrado que quienes pudieron postergar el placer instantáneo mostraron mayor éxito a la hora de tomar decisiones en su vida personal y profesional. ¿Puedes extrapolar esos resultados a tu propio negocio y tu vida?

 

Pareciera ser muy sencillo: aplaza la gratificación inmediata enfocándote en el éxito consolidado y tendrás resultados extraordinarios.  No se trata de fuerza de voluntad, sino del autocontrol que debemos cultivar como un importante músculo intelectual.

 

¿Te has puesto a pensar que muchas decisiones que tomamos, incluso en nuestro negocio,  las hacemos para recibir resultados inmediatos?,  ya sea contratar un equipo de marketing, llevar a cabo una negociación, o sustituir talentos en la empresa. Una gerencia robusta debe saber interpretar los tiempos, para no apresurarse a tomar decisiones que afectan negativamente el desarrollo posterior de la organización.

 

En más de una ocasión he observado cómo se quiere renunciar a una estrategia o a un individuo sin dar tiempo a que se consolide la curva de aprendizaje. No me malinterpretes: no se trata de postergar sin más. Hablo de que tomar medidas sin tener en tu mano los números y resultados de la estrategia o persona, puede llevarte a tomar decisiones erradas. La impulsividad definitivamente no lleva a nada bueno,

 

Te quiero comentar el caso de Alberto, quien manejaba un grupo de empresas de servicio. Aunque muy competente, era una persona de temperamento nervioso e irascible, que estallaba cuando observaba que su negocio tenía alguna dificultad o quizás estaba siendo superado por la competencia. Su frustración la drenaba con la comida y eso sumaba problemas de salud que se convertían en otra fuente de preocupación. Todo un círculo vicioso.

 

Un año de trabajo de coaching más tarde, Alberto no solo corrigió aquellos aspectos de su empresa que no trabajaban como se esperaba, sino que aprendió cómo la autodisciplina le conducía a mejores resultados. Tal como pregonó Mishel en sus resultados cuatro décadas atrás sobre el autocontrol de la conducta: “Nosotros no podemos controlar nuestro mundo, pero, sí que podemos controlar cómo pensamos y nos comportamos acerca del mismo.”

 

Definitivamente, para poder disfrutar de los negocios o una vida más sana, hay que esperar un buen rato, que a veces se nos hace más largo de lo que quisiéramos, pero, al final, obtendremos el doble de ese malvavisco que tanto ansiamos, que te pondrá ante otra realidad de tu vida o tu negocio