El pasado 15 de octubre, una noticia impactó al mundo, murió uno de los grandes, Paul Allen, cofundador, junto a Bill Gates, del gigante informático Microsoft.

Allen libró una dura batalla contra el cáncer que le fue diagnosticado desde 1983, pero nunca dejó que esta terrible enfermedad lo limitara o le frenara sus sueños. Su autobiografía llamada “El Hombre Idea” está cargada de pensamientos y vivencias que bien vale la pena leer para aprender del legado de este visionario y valiente hombre.

Su vida y trayectoria son hoy un libro de lecciones de cómo alcanzar el éxito, sin dejarse abatir por las adversidades.

La creatividad, la innovación, la pasión y la persistencia fueron cuatro valores claves que llevaron a Allen a amasar una fortuna valorada en 21.700 millones de dólares, según la revista Forbes.

La más fiel demostración del éxito del cofundador de Microsoft, basada en estas cuatro claves, se  evidencia  en las inversiones y proyectos que desarrolló posterior a su decisión de separarse del conglomerado tecnológico Microsoft.

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Su éxito financiero por supuesto que derivó de sus acciones de Microsoft, pero este fue fortalecido por su espíritu innovador, su osadía y una versatilidad en la inversión que lo llevó a ser el dueño de un equipo profesional de fútbol americano, los Seahawks de Seattle; de uno de baloncesto, los Trail Blazers de Portland; y propietario parcial de uno de fútbol, los Sounders de  Seattle.

A estas virtudes habría que añadir trabajo y más trabajo, pues a la par de sus inversiones en el mercadeo deportivo, también desarrolló grandes corporaciones y compañías dedicadas a la filantropía, tales como el Instituto Allen por la Ciencia del Cerebro, el Instituto para la Inteligencia Artificial y el Instituto de Ciencia Celular.

A los 65 años de edad, el cáncer ganó la batalla, pero su legado nunca morirá, un legado que logró en base a su actitud ante la vida, de la cual vale la pena destacar las siguientes, para que sirvan de empuje a aquellos que deben enfrentar el reto continuo que presenta levantar un negocio.

  • Su claridad, definición y sensatez para encarar un futuro que se le mostraba muy duro por la enfermedad.
  • Su estilo contundente a la vez que suave, a la hora de afrontar retos y confrontaciones.
  • Su creatividad y necesidad constante de innovar.
  • No tener miedo a los retos y a la versatilidad de las inversiones.
  • Pasión en cada acción
  • Y persistencia, nunca desmayó en su camino para llegar a donde quiso llegar.

Co fundador de Microsoft muere de cáncer

También vale la pena destacar la forma como Allen desarrolló la empatía, que no solo le fue útil para comprender el punto de vista del otro, sino, además, para saber entender y predecir la reacción de su contraparte y anticiparse en la mejor decisión. Esta virtud, tan natural de Allen, también fue el motor para desarrollar todas las obras de filantropía que hoy la humanidad le agradece. Gracias Paul.