Tuve la oportunidad participar de un Retiro de Negocios en Austin, en el estado de Texas, y una de las actividades complementarias era dar un paseo a caballo en las afueras de la ciudad.
Me alivió notar que la guía del paseo era otra dama ya que fui la única en el grupo de empresarios que estábamos en el retiro, por lo que me sentí en confianza para solicitarle el caballo más manso, debido a mi exigua experiencia como amazona.
Sin duda era un grupo acostumbrado a tomar paseos en caballo y, en esta ocasión, además de la caminata, se esperaba que cabalgáramos nuestros caballos, ante lo cual sentí que iba a ser retada a salirme de mi zona de confort.
El tipo de montura también complicaba las cosas, porque al tener un pomo mucho más pequeño que las monturas mexicanas, se me hacía más difícil aguantarme adecuadamente.
Gané confianza cuando conocí el nombre del caballo que me asignaron para montar: Tonto, que me hizo pensar que sería un caballo dócil y de fácil manejo. Pero esa alegría duró unos pocos pasos al darme cuenta que el animal hacía honor a su nombre. Tonto era distraído, quería salirse constantemente de la ruta, buscaba comer de los arbustos o, incluso, beber de un estanque casi seco relamiendo el barro. Cuando tiraba de las riendas reviraba, mostraba su disgusto con bufidos y, a duras penas, pude seguir –de última- el paso al grupo.
Al momento de cabalgar, ya mi aprehensión a Tonto y la montura se notaba en los saltos que daba sobre mi jamelgo que hicieron pensar que pronto saldría disparada sobre la cabeza del corcel hasta el suelo. Afortunadamente no sucedió. Supe que debía hacerme obedecer como fuera y entendí que para que Tonto hiciera lo que yo le ordenaba, debía ser firme con las riendas, pero sin tensarlo tanto que la brida pudiera lastimarlo. Así en “un tira y encoje”, Tonto y yo culminamos un paseo retador pero hermoso.
No pude dejar de reflexionar sobre la similitud de montar caballo y el liderazgo que debemos ejercer. Si a un caballo le sueltas las riendas puede meterse por sitios peligrosos o salir desbocado y no podrás dominarlo. Cuando tienes un equipo a tu cargo, el grupo espera que los dirijas y tomes las riendas. Si no ejerces tu liderazgo y los dejas a la deriva, pueden hacer justamente lo que no deseas, de modo que debes saber cuándo es necesario apretar las riendas pero no de tal forma que moleste tanto al equipo que se revele y ¡quiera salir corriendo!