La inteligencia está llena de matices. Hay estudios que generalizan la definición de inteligencia y solo la vinculan al Coeficiente Intelectual (IQ), es decir, que según esta tesis, eres más o menos inteligente de acuerdo a una estimación numérica. Y si vinculas un alto IQ con el éxito, sencillamente estarías asumiendo la creencia de que sólo las personas con un alto IQ están destinadas a trascender, mientras que el resto de los mortales, estamos condenados al fracaso. Son tantas las gradaciones de la inteligencia, que medirla solo en números, es limitarla y limitarte.

Rescato una reflexión del libro “Fuera de serie (Outliers)”, de Malcolm Gladwell, en la cual aborda el tema de cómo surgen los “fueras de serie”. Y en esa aventura de indagar los secretos que se ocultan tras los grandes genios y famosos. El escritor llega a esta conclusión: Si el IQ sólo marca un umbral inferior a superar, ¿hay otros tipos de inteligencia relacionadas con el éxito? Y en esa respuesta, precisamente, se haya la clave del éxito. Gladwell sostiene que esta clave radica en la llamada inteligencia práctica, un tipo de inteligencia que se puede entrenar, potenciar y desarrollar.

Es allí donde encuentras la razón del por qué alguien no es capaz de aprobar una evaluación de matemáticas pero, en cambio, es capaz de escribir piezas musicales de singular belleza, o la razón por la cual una persona no logra dominar un idioma, pero resulta ser un genio en programación.

La inteligencia práctica, se puede entrenar, potenciar y desarrollar. Se va forjando a lo largo de los años y tiene que ver con el entorno en el cual te desenvuelves o influencia de las personas adecuadas.

La inteligencia es la habilidad de analizar, comprender y resolver problemas. Todos poseemos esta capacidad; sin embargo, no todos llegan a desarrollarla hasta su máximo potencial.

La inteligencia práctica es la aplicación de la inteligencia a los entornos de la vida diaria para conseguir un resultado objetivo y concreto. Es esa inteligencia que te permite saber qué decir, a quién, cómo decirlo y cuándo decirlo para lograr el máximo efecto.  O como lo dice el autor, saber leer correctamente las situaciones  y conseguir lo que uno quiere, lo cual es una inteligencia separada del tipo de capacidad analítica que arroja una prueba de IQ.

La inteligencia práctica se va forjando a lo largo de los años y tiene que ver con el entorno en el cual te desenvuelves, desde la juventud, a través del ejemplo y guiatura o influencia de las personas adecuadas.

La genialidad, por sí sola, no es garantía de éxito, un componente fundamental para alcanzarlo es la perseverancia. La inteligencia práctica te ayuda a encontrar el significado y la dirección del esfuerzo.

Te puede interesar: La Inteligencia Emocional es un factor necesario para el Liderazgo efectivo

Cuando adquieres un pensamiento práctico, entiendes que el éxito es una función de persistencia, voluntad de trabajar al máximo con un propósito y saber leer el entorno para sacar el máximo provecho a las situaciones.

Este tipo de inteligencia práctica marca la diferencia entre aquellas personas cuya inteligencia puede ser considerada por encima del promedio, pero no logran alcanzar el éxito que podrían merecer en su vida, y aquellas que además de inteligencia, han sabido aprovechar las oportunidades, y campear con éxito las situaciones difíciles.

La buena noticia es que nunca es tarde para alcanzar este tipo de inteligencia práctica, que puede marcar una gran diferencia en tu negocio y tu vida personal, de modo que si tienes una inteligencia práctica, es momento de transmitirla en tu cultura organizacional.  En ActionCOACH podemos ayudarte a desarrollarla a través de los diferentes programas que tenemos para los dueños de negocios.