Jorge es un competente ingeniero en el área de informática que fue absorbido por una gran corporación desde un país sudamericano hacia el competitivo Silicón Valley, donde se domicilió junto a su esposa y sus dos hijas. Su exigente trabajo acaparaba su atención, pasaba cada vez más y más tiempo  frente a su computadora, unas 16 a 20 horas diarias y, cuando estaba en casa, dormía durante el día y pasaba las noches dedicado a sus proyectos.

Al cabo de dos años en esa situación, las señales de agotamiento físico y sobrepeso, fueron sumándose a los ataques de pánico, ansiedad y apatía hacia la familia. Como es lógico, su matrimonio se hacía añicos y era un extraño para sus pequeñas hijas. A pesar de las súplicas de su esposa, Adele, para que buscara la ayuda profesional de un psicólogo, Jorge señalaba que no estaba pasando nada y que no tenía tiempo para asistir a un terapeuta.  Al fin lo hizo y ¿adivinen que?: !Jorge es Workahólico! y el divorcio sobrevino inevitablemente.¿Conoces alguien así?
La historia de Jorge la comparten en silencio miles de parejas alrededor del mundo, muchas veces sin saber que tienen una patología que amenaza sus vidas, puesto que se confunde con exceso de responsabilidad en el trabajo. El  término de “workaholic” que derivó en workahólico en español, fue usado por primera vez en 1971 por el pastor Waynes Oates quien escribió las “Confesiones de un Adicto al Trabajo”, donde habla de  aquellas “personas cuya implicación en el trabajo se vuelve tan excesiva que perturba o interfiere su salud física, su felicidad personal y sus relaciones interpersonales”
Hay que separar a aquellas personas dedicadas, enfocadas o muy resposables, de las que padecen de esta adicción de mantenerse ocupados. Un adicto al trabajo es incapaz de separar las actividades laborales del resto de los aspectos de su vida, sus relaciones familiares se ven seriamente dañadas y sus contactos  sociales se circunscriben a las reuniones corporativas. 
Esta adicción no necesariamente está relacionada con la necesidad de obtener mayor dinero para matener a su familia: muchos de los workahólicos son personas con buena posición económica. El trabajo representa la manera de evadir su inseguridad en algunos aspectos de su vida y observan en los espacios laborales, una plataforma para su necesidad de reconocimiento, de control sobre su entorno, enmascarada en un exceso de preocupación por el futuro y la estabilidad familiar.
No dudo que haya etapas en que tu ocupación reclama gran parte de tu atención, pero debe ser visto como un momento que tiene principio y fin. Cuando un empresario se empeña en cristalizar su negocio, son muchas las horas que invierte en ello: Hay que estar muy claro que el objetivo de ser un emprendedor es tener más tiempo para disfrutar de tu vida y que tu negocio debe ser una maquinaria rentable que trabaje aunque tu decidas tomarte un largo descanso.
Dependiendo del grado de adicción al trabajo, puedes con esfuerzo y el cambio de hábitos, rescatar tu vida personal y familiar. ¿Que debes hacer si padeces esta enfermedad? Todo comienza con reconocer que tu ocupación está interfiriendo con el resto de tu vida.
  • Cuando estés en alguna reunión familiar o social. Apaga tu celular, o entrégalo a un familiar de confianza para que lo atienda y sólo te comunique si se trata de una verdadera emergencia.
  • Luego de nueve horas de trabajo, decide detenerte y agenda tu día siguiente para atender lo “urgente” y lo “importante”
  • Mantén un compromiso ineludible con las fechas importantes en tu familia.
  • Al tomar unas vacaciones, comprométete con ellas: No trabajes durante ese tiempo.
  • Identifica y maneja el sentimiento de ansiedad o culpa que te impide el estar disfrutando de otras actividades en lugar de trabajar.
  • Evita la computadora en tus momentos de descanso, es fácil caer en la tentación de revisar tu correo y volver a ocuparte de los asuntos de la oficina.
  • Busca ayuda profesional pronto si no puedes manejar la situación.
Para ser realmente felices y completos, todos necesitamos tener un verdadero equilibrio en nuestro aspectos espirituales, sociales, físicos y familiares, que son tan importantes como los financieros e intelectuales.
 
Jorge aprendió de sus errores, ahora disfruta de una nueva pareja, está ganando la batalla contra un cancer que lo aquejó e hizo suyo el poema de Jorge Luis Borges, quien reflexionó a sus 85 años:
 
Si pudiera vivir nuevamente mi vida. En la próxima, trataría de cometer más errores. No intentaría ser tan perfecto, me relajaría más. (…) Haría más viajes, contemplaría más atardeceres… Subiría mas montañas, nadaría mas ríos...”
 
A veces es necesario repetírnoslo cada día. No esperes tener 80 años para valorar tu vida. No la desperdicies.