Para evitar distracciones en las carreras, a los caballos se les coloca una gríngola en los ojos, dispositivo  que les impide ver hacia los lados a los demás caballos que compiten, solo tienen la vista al frente puesta en la meta y sienten la dirección que le va dando el jinete con una única intención, ser el primero en alcanzar la meta.

Si pudieras ponerte unas gríngolas en tu mente, que evite distracciones y solo te haga mirar el  objetivo principal de tu trabajo de cada día, tu productividad iría en aumento.

No necesitas colocarte físicamente tales aparatos, basta con establecer las prioridades correctas e iniciar el día haciendo la tarea que mayor peso tendrá en tu productividad.

Se trata de dirigir toda tu energía, en un momento dado, a esa única tarea, sin distraerte en los correos, en las noticias, redes sociales o el teléfono.

Para lograrlo, hay muchas herramientas gratuitas a la mano, te menciono algunas apps como Todoist, 2do, Wunderlist, o Meister Task, entre muchas otras, que permiten la organización de tu agenda en importancia de actividades de modo que puedas hacer más trabajos cada día.

Me gustaría mostrarte un método que cualquiera puede llevar a cabo, y que dará un impulso a la velocidad con la que culminas tu trabajo:

En el libro “Tráguese ese Sapo”, Bryan Tracy explica con detalle una técnica tan sencilla como  efectiva para determinar las prioridades de las actividades y  de esa manera determinar cuál es la tarea que, cada mañana, debes llevar a cabo para mantener el ritmo de productividad en el trabajo, que permita cumplir con el Plan Trimestral de Objetivos de la Empresa.

Desde que mi amiga Helena, quien es dueña y autoempleada de una pequeña floristería, comenzó a aplicar este sencillo método de ABCDE, me dijo que le ha sido más fácil lidiar con la cantidad de actividades diarias que debe controlar para que todo funcione a la perfección.

Me comenta que tenía la disposición de dispersarse y mientras hacía una actividad, la dejaba a la mitad, porque se acordaba que debía telefonear urgentemente a su proveedor y terminaba posponiendo o dejando de hacer actividades importantes por la falta de organización. Al final su día se diluía en actividades sin importancia. “Necesitaba unas gríngolas en mi trabajo,  para no distraerme”, me dice entre risas.

Consiste el susodicho método en plasmar en papel o en tu computador, la lista de pendientes y actividades del día, y otorgar a cada una de ellas una letra de la A a la E, siendo A un asunto muy importante, de gran impacto en tu productividad, y E algo que tiene muy poco o ningún impacto.

Seguramente habrá más de una actividad A, así que subdivide en importancia otorgándole un valor tipo A-1, A-2, A-3 y así subsecuentemente.

Las actividades tipo B, se deben hacer, pero las consecuencias no son tan catastróficas si no se hace a tiempo como una “A”.

Las actividades C son agradables de hacer, casi siempre de índole personal como telefonear amigos, citas para un café o postear asuntos personales en tus redes sociales, y no tienen impacto en el trabajo. Debes reprimir la tentación de hacer alguna actividad tipo C, mientras estén pendientes A y B, o puedes disminuir tu productividad.

Aquellas catalogadas D son las que se pueden delegar o incluso tercerizar, sin que tengan consecuencias. Por el contrario, al sacarlas de tu lista, permite que te ocupes de aquellas actividades importantes.

Mientras que las E, las puedes eliminar de tu lista de pendientes. Se trata de actividades que no tienen peso laboral o emocional importante pero restan tiempo o energía y son estas las que inspiran libros como “Aprenda a decir No”.

Lo que sigue es que debes comenzar, sin dilación, en la actividad A-1, y vencer la tentación de llamar por teléfono, revisar correo, pagar un recibo por internet o cualquier otra actividad distinta  hasta que la finalices.

Lo ideal es que elabores esta guía el día anterior, coloques las actividades que quedaron pendientes de esa jornada y  reevalúes si después de pasadas 24 horas pasó de categoría B a categoría A.

El obligarte cada tarde a colocar sobre papel tus actividades y decidir cuál es la de más alta productividad, es cómo si  hicieras de caballo de carreras con gríngolas para llegar más rápido que nadie a la meta.