Hay una inmensa verdad en torno al fracaso, nadie en el mundo es infinitamente exitoso y no todos encuentran el éxito al primer intento; todos, entiende que todos, incluso los más exitosos, en algún momento tuvieron que lidiar con la adversidad en algún momento de su camino.

El detalle está en cómo lo asumes, tú decides si hundirte en lamentaciones y la autocompasión o, lo tomas con humildad, como un aprendizaje, haces de este tropiezo un propósito, te llenas de aplomo y te armas de paciencia para enfrentar con optimismo cualquier proyecto o idea futura.

Son muchas las razones que llevan una empresa al fracaso y muchas las empresas que fracasan, así lo reseña la compañía de software financiero Bloomberg, al señalar que el 75 % de los nuevos negocios fracasan en sus tres primeros años de vida.

Hay personas que realmente toman de mala manera sus tropiezos personales o empresariales, y el ejemplo perfecto es John DeLorean, quien aparentemente tenía un futuro prometedor, pero por su ambición desmedida, negligencia, narcisismo, codicia y mala administración llevó a su compañía automotriz a la quiebra.

Ahora bien, su historia y cadena de errores no se detuvo con el estruendoso fracaso, sino que fue más allá, y pretendió conseguir el financiamiento que requería para salvar su compañía a través de un cargamento ilegal de 220 libras de cocaína. Por supuesto que terminó arrestado y desprestigiado. Por lo que a su lista de despropósitos se le añadiría decisiones erradas, falta de criterio, de valores y que nunca se impuso límites, ni éticos, ni morales.

Puedes leer también: Lecciones que puedes aprender de los fracasos

Como seres humanos y como dueños de negocios, uno de nuestros principales temores es fracasar o decepcionar a los nuestros, es natural sentirse así. Pero el fracaso, depende de cómo  verlo, no necesariamente tiene que ser el fin, puede ser el inicio de una nueva historia de éxitos.

Qué hubiera pasado, por ejemplo, si John DeLorean, inventor y empresario de la industria automovilística estadounidense, fundador de DeLorean Motor Company y creador del famoso Pontiac GTO, se hubiera detenido a pensar en sus momentos de encrucijada para preguntarse: «¿Es esta la persona que quiero ser?».

Creo firmemente que, de haberlo hecho, hoy su historia fuera otra. Y es que de esto se trata esta reflexión, si DeLorean se hubiese cuestionado así mismo, se habría impuesto límites en su momento, su compañía no hubiese caído en quiebra y mucho menos se habría visto en la posición de incurrir en negocios ilegales —como la droga— para recuperarla.

La clave está en parar a tiempo e intentar ver el panorama más amplio. Si un boxeador no encuentra la manera de vencer a su contrincante, y a pesar de ello insiste en permanecer en la pelea, al final terminará mal herido, o peor.

Las preguntas que debes hacerte ante un fracaso son: ¿Quieres empeorar las cosas? ¿O quieres salir de esa situación con tu dignidad y tu carácter intactos? ¿Quieres aprender de tus errores? o ¿quieres llorar toda la vida?

La historia está llena de testimonios de fracasos y humillaciones, pero también de personas que luego de ello, se recuperaron y tuvieron carreras largas e impresionantes.

Cuántos políticos han perdido elecciones y se han mantenido en la carrera hasta recuperar su liderazgo, cuántos actores han sido un fracaso en taquilla y luego han ganado un Óscar, cuántos escritores no han logrado por años publicar un título y luego alcanzan su éxito editorial, cuántas personalidades no han metido la pata o cuántos empresarios han llevado a sus compañías a la cuerda floja para luego resurgir. Todos ellos han sentido el fracaso, al igual que tú y que yo, todos ellos han tenido frente a sí la decisión de convertir la situación en algo de pérdida total, o verlo primero como pérdida, aprender de ella, para luego convertirlo en ganancia. Creo que la mejor opción es esta última.