Desde niños, el proceso de socialización nos enseña a suprimir los deseos o necesidades propias a favor de las de otras personas, sean estas los padres, los amigos, la visita en casa, observando básicamente las normas de “cortesía y urbanidad”.

Algunas personas interiorizan esa conducta tan profundamente, que sus acciones son guiadas por ese miedo al rechazo de las otras personas: familia, amigos, pareja, compañeros de trabajo, jefes, empleadores, y se gasta una enorme cantidad de energía, tiempo y recursos en tratar de agradar a todos. ¿Cuál es la consecuencia? Mayor estrés, y preocupación porque es prácticamente imposible complacer a todo el que nos rodea.

Este miedo se observa, comúnmente, en el departamento comercial de las empresas donde resulta muy fácil identificar a esa persona que normalmente no quiere trabajar una base de datos, o hacer llamadas en frío, cuando deben iniciar contactos telefónicos con personas que no esperan su llamada.

El temor paralizante a que un extraño al otro lado de la línea telefónica, en lugar de otorgarte una cita, decline tu oferta, está relacionado a un errado análisis de la situación donde el vendedor concentra la atención en sí mismo, interpretándolo como una lesión a su valía, lo que trae como consecuencia que rápidamente aborte la estrategia.

Sin embargo, cuando se supera este temor y se insiste enviando información extra o volviendo a contactar a esa persona con un correcto guión de ventas, un alto porcentaje de prospectos seguramente pedirá ampliar la información o hará la tan ansiada cita.

Que una tercera persona no le guste algo de ti, no tiene que ver con quién eres, al contrario, tiene mucho que ver en cómo es esa persona.

Para ayudarte a distinguir si estás sufriendo de miedo al rechazo te propongo lo siguiente:

  • Escribe en una hoja de papel tres ocasiones en las cuales te sentirte obligado a hacer algo que no querías, pero “debías hacerlo o ibas a sentirte rechazado”
  • Deben ser recuerdos lo más lejano posibles. Porque justamente ahí es donde se origina este tipo de temores.
  • Reflexiona sobre la “autoridad” que tenía sobre ti la persona a la cual querías agradar.
  • Hazte preguntas sobre cómo te sentiste: avergonzado, temeroso, rabioso…
  • Identifica a las principales personas cuyo rechazo temes en la actualidad
  • ¿Qué conductas asumes por miedo al rechazo de “esas” personas?
  • ¿Cómo te sentirías si asumes una conducta alternativa donde no te sientas lesionado al efectuarla?

Trata de separar la carga emocional de estas situaciones donde te sientes obligado a actuar de manera de no provocar rechazo de esas personas y busca patrones de conducta sanos, alternativos y racionales que puedan sustituir los anteriores.

Recuerda que el rechazo muchas veces es un motor que te impulsa a nuevas metas y nuevos caminos, no dejes que tus temores interfieran en la vida sana y plena que te mereces.

Poco a poco, te irás preparando para manejar mejor tus propios temores hasta deshacerte de ellos, es un proceso gradual, pero el cambio está en tu interior. Te sentirás más seguro de ti mismo, porque podrás llevar a cabo acciones más congruentes con tu propia manera de ser. ¡Adelante!