La primera impresión suele ser crucial. De hecho, un estudio que analizó centenares de casos calculó que en los encuentros personales no se dispone de más de dos a cuatro minutos para ganar o perder un contacto.

Sin embargo, esta habilidad de “Juicio Instantáneo” muchas veces ocurre en el inconsciente.  Significa que cuando las personas se hacen una imagen de otra, no son conscientes de cuál es el proceso que se desata en ellas para llegar a esa conclusión, pero si de lo que sienten a partir del momento que entraron en contacto con la persona a  evaluar.

El periodista estadounidense  Malcolm Gladwell, en su revolucionario libro Blink,  explica cómo pensamos sin pensar, y de dónde proceden las decisiones que “aparentemente” tomamos en segundos.

A través de innumerables casos, el autor describe el tipo de personas que poseen una inteligencia intuitiva, y captan de forma rápida la esencia de las personas; también, explica los casos donde las primeras impresiones impactan, pero  si  son basadas en juicios  superficiales, pueden traer consecuencias nefastas para la toma de decisiones.

Tal fue el caso del presidente  de los Estados Unidos Warren Harding,  cuya apariencia de  “apuesto”  hizo creer a muchos que cambiaría el rumbo de ese país, sin darse cuenta, que fue una de las personas más ambivalentes e imprecisas en materia política, y que inevitablemente decepcionó a un grueso de la población.

Lo anterior, nos acerca a la idea de que se puede aprovechar  esta primera impresión siempre a nuestro favor. Imagina cuando estás en el escenario dando alguna conferencia, o una negociación, y algún prospecto te compra un servicio sería maravilloso saber: ¿qué es exactamente lo que le cautivó de ti? ¿Cuál fue la primera impresión que le causaste? ¿Cuáles son esas cualidades que vio que lo entusiasmó a creer en ti y verte como su líder ?

Al tener esta información, estarías plenamente consciente de lo que esperaría de ti cada vez que tienes una transacción o relación laboral.  Sin duda, semana tras semana causarías la misma impresión de la primera vez,  y seguirías proyectando esa imagen que tanto le cautivó.

Aquello que dejó impactado a tu cliente y lo hizo creer en ti, no puede convertirse en un momento irrepetible; es posible no perder el brillo y el ímpetu con el que realizas tu trabajo diariamente.  Sólo mantén en tu memoria la imagen de la primera impresión.

¡De lo contrario, podrías convertirte en otro caso de Warren Harding!