El miedo al fracaso es muy común y se anida en nuestra mente desde la época escolar. Yo lo considero un gusanito parecido al de las frutas, que poco a poco va haciendo huequitos en nuestra autoestima y puede, en momentos, ahuecar tanto la voluntad que hay personas que van por la vida literalmente paralizadas ante ese temor.
Una de las causas por las que ese gusanito encuentra terreno fértil en la mente, es porque se conectan los fracasos a la autoestima. De esta manera, cualquier falla es espejo del poco valor que la persona tiene de sí misma, y ahí comienza a recorrer el duro camino de la parálisis para evitar sentir menos valor propio. Es algo socialmente aceptado.
Menos común es observar a aquellas personas que, a pesar de haber fallado en lo que estaba haciendo, corrigen su rumbo y vuelven a intentarlo, una y otra vez. A ellos los vemos ganar medallas de oro en las olimpíadas, efectuar grandes avances médicos, encontrar vacunas contra enfermedades que durante décadas causan estragos en los pueblos.
Michael Phelps acaba de obtener otra medalla de oro olímpica. Hasta los momentos tiene 22. Ha participado en cinco Juegos Olímpicos, es un orgullo para la natación mundial. Pero se suele juzgar a las personas solo a partir de sus triunfos y no por el esfuerzo, empeño y dedicación que le dedican a la meta que se han trazado hasta llegar a la cima. Desde pequeño, Phelps tuvo que sortear algunas condiciones que le generaron miedos e inseguridades, ya que no es fácil estar, en medio de las disputas maritales de sus padres, quienes finalmente se divorciaron. En consecuencia, tuvo que someterse a exámenes y terapias que concluyeron con un diagnóstico de Déficit de Atención con Hiperactividad. Él mismo sucumbió al alcohol y a algunas drogas en medio de problemas personales, cuando ya era un deportista consumado, lo cual lo alejó de las piscinas durante dos años. Pero nuevamente superó sus propios miedos y regresó, ¡de qué manera!, para colgarse del cuello otras tantas medallas de oro en las olimpíadas de Rio 2016.
Phelps, el nadador imbatible, ha luchado contra sus temores al fracaso durante toda su vida. Y lo hizo de la manera correcta: no permitió que sus frustaciones lo persiguieran durante toda su vida. El mejor antídoto contra ese gusanito es intentarlo de nuevo.
Que tus temores te sirvan de plataforma para poder preparar las distintas alternativas de acción.
Puedes hacer lo siguiente:
1.- Identifica cuál es tu verdadero temor.
2.- Sopesa las oportunidades de éxito y fracaso que tienes en esta meta
3.- Visualiza las consecuencias de tener éxito
4.- Mira el peor escenario del fracaso y las consecuencias, haz un plan B si esto llegase a ocurrir
5.- Confía en ti. Reconoce las capacidades que tienes para salir triunfante en tu proyecto.
El triunfo no consiste en no tener miedo, sino en sobreponerse a ello, comienza ahora a protagonizar tu historia con la confianza renovada en que luego de superar algunos fracasos, finalmente alcanzarás la meta. La medalla de oro también será tuya.