¿Cuántas veces te has sentido triste o con pocas esperanzas y recibes esas palabras de aliento que te devuelven la confianza? Ese mensaje, que escuchaste en el momento justo, te permitió levantar de nuevo la cara y darte cuenta que no todo está perdido.

Eso mismo hace una palabra oportuna, literalmente puede salvar vidas, enrumbarlas hacia metas grandiosas e impulsarlas a alcanzar sus sueños. La mayoría de nosotros puede citar palabras pronunciadas por personas cercanas, o que han tenido influencia en nosotros, que marcaron la diferencia en el camino que tomamos.

Culturas antiguas, como los toltecas, por el año 850 de nuestra era, ya reconocían el poder transformador de las palabras y le daban origen divino por su capacidad creadora. Les parecía magia que sale de la boca.

Pero también conocían muy bien que las palabras eran una espada de dos filos: aunque pueden construir un futuro o inspirar a todo un país, también son capaces de destruir a una nación entera.

La historia universal nos ofrece muchos ejemplos de personas quienes inspiraron a sus pueblos por caminos de la victoria y el honor, y de otros gobernantes que hundieron en guerras y miserias a continentes enteros.

No solo lo que decimos es importante, la forma como las dices suele ser tan importante que es el complemento directo a las palabras. Es fácil captar palabras que no son dichas con sinceridad, o aquellas que, aunque parecen decirse al descuido, están cargadas de una emocionalidad que puede iniciar bellas historias de amor u otras que son dichas con tal frialdad que quien las recibe siente hielo en el alma.

De niña me enseñaron que existían palabras “mágicas” que abrían todas las puertas, estas eran “por favor” y “gracias”. Nunca he dejado de creer en eso. Las palabras tienen magia propia, creadora o destructiva.

Entonces, si reconocemos en las palabras un poder casi divino para crear o destruir dependiendo de la intención que coloquemos al momento de expresarla, ¿Qué tanto cuidas lo que dices?

¿Estás consciente del impacto que tienen tus palabras cuando te diriges a tus empleados? Y a tu familia, tus hijos, tu pareja, ¿Qué trato reciben? Cuando empleas las palabras para un propósito negativo, estás activando tu magia pero de baja energía.

Y como las palabras se acompañan de sentimientos y propósitos fíjate cómo puedes destruir a cualquiera con palabras de culpa, de reproche, calumnias, engaño. Lo que es peor, puedes estar en el camino autodestructivo solo con las expresiones que empleas diariamente.  Si pones cuidado, te darás cuenta que, a lo largo del día, utilizamos infinidad de expresiones como  “es que soy muy torpe”, “nunca seré bueno para los negocios”, “no se me dan los idiomas”, nunca podré bajar de peso”, “me estoy volviendo viejo”…. Con lo cual desatas la magia de la cual hablan los Toltecas y, como en este caso, su efecto es destructor, para ellos era “magia negra”.

Entonces debes comenzar por “desaprender” a criticar a todos y a ti mismo, procurando solo pensamiento, palabras e intenciones positivas, de esa manera, al esforzarte en usar tus palabras apropiadamente, te conectas con lo más puro de tu intención, y podrás tener una existencia mucho más libre, y plena, llena de magia tolteca.